Estas son solo algunas de las muchas ferias y eventos dónde la gastronomía muestra su cara más amable. Empresas vinculas al vino, el queso, la conservería vegetal, de pescado, embutidos, carnes y en general profesionales del sector que nos deleitan con su amplísima y suculenta gama de productos.
Sin duda, este es un esfuerzo titánico tanto económico como personal para ellos: salir de casa, dormir fuera, despedirte de la familia…
¿Al final en que se traduce todo esto?, como simple observadora- consumidora el despliegue es muy atractivo aunque brutal, pero como profesional que vivo cada feria y cada vez huyo más de estas, hoy mismo, y recién llegada de Madrid Fusión, la sensación que tengo es frustrante.
Me pongo en la piel de aquellos desplazados por trabajo que sirven una y otra vez su producto a “gentes insensibles” que toman tu vino o cualquier otra cosa sin hacer el más mínimo comentario, como si estuvieran en la barra de cualquier tabernucha de mala muerte, que poca sensibilidad o aun peor profesionalidad.
¿Hasta cuando aguantará este formato de ferias?, la gallina de los huevos de oro esta a punto de estallar, y sin embargo aguantamos sin probar nuevas formulas que pueden resultar más solidarias para todos, tanto para el que produce, distribuye, organiza e incluso para el que visita.
Por supuesto, esto es una simple reflexión que no conducirá posiblemente a nada, pero al menos a esta servidora que escribe estas líneas le ha obligado a describir su experiencia…
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